Gracias a la virgen
de La Almudena que volvimos del puente (seguimos con dieta blanda, eso sí, que
Josemari se sigue cagando en Obama está todavía delicado del estómago) y
esta vez no se había muerto nadie ni la ETA la había vuelto a liar, así que mi
relax esta vez fue total, aunque a mí ya se sabe que no me estropea un puente
ni un luto oficial ni cuatro niñas muertas, que para algo soy la alcaldesa, y además
un cristiano puede combinar el disfrute de un spa con cualquier sentimiento de
caridad cristiana, que por algo Dios está en todas partes y se le puede rezar
tanto desde un spa como desde el confesionario de la catedral de Toledo. Y esto
lo sabe todo el mundo que ha estudiado en un privado y lo sabrían también todos
los niños si no fuera por la saña con que ZP y sus secuaces quisieron eliminar
de la faz de España las clases de religión y de paso violar y quemar a todas
las monjas que pudieran.
Bueno, el caso es
que una llega tan relajadita y tan mona y tan todo con su cutis recién
exfoliado y sus tratamientos de hidroterapia tan bien aprovechados que no se
fija muy bien a dónde la llevan ni qué le ponen delante para firmar, y como una
es así de cumplida pues firma, que no me cuesta nada firmar para que pongan un
spa más cerca del centro en este balneario tan bonito de La Princesa... ¿eh? ¿Cómo?
¿Que no era para eso? ¿Y entonces qué he firmado? ¿Alguna licencia para las
fiestas de Nochevieja?
¿Estaría borracha?
Yo de momento sigo
tan relajada que todo me parece bien... la, la, la...
Os traigo spaaaaaas...
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